Los habitantes del Continente deben tener atención solidaria constante, no solo en un nuevo Día de África
Generalmente al referirnos al cambio climático pensamos enseguida en la pérdida de biodiversidad animal y vegetal, sin incluirnos a nosotros, y aunque ello es loable y denota superación del concepto antropocéntrico de la vida, lo cierto es que, como dijera Fidel Castro Ruz, “una especie está en peligro”: la humana. Sus palabras estuvieron dirigidas a un foro político-medioambiental determinado, pero nos sirven de estímulo en un nuevo Día de África.
Un reporte del pasado año afirma que habrá movimientos migratorios de hasta el cinco por ciento de la población africana para 2050, debido a los impactos climáticos. Y si esas predicciones parecen excesivamente lejanas, en una perspectiva de cinco años la ONU calcula alrededor de 100 millones de africanos afectados por el calentamiento mundial. Se avizoran sequías, inundaciones, olas de calor.
Cercado por la cotidianeidad, el lector tal vez pudiera plantearse la cuestión de otra manera: ¿con tantos problemas de la gente aquí, y allá, para qué hablar de algo lejano y que atañe únicamente a los meteorólogos y científicos? Empero, las decisiones de mitigación del cambio climático atraviesan el ejercicio de la política, y en las coordenadas del siglo XXI deben ser multilaterales.

El ser humano, y sus comunidades se asientan en el suelo, y de él extraen sus riquezas, aprovechan las aguas, sus recursos, respiran gracias a un aire saludable; de lo contrario se enferman. No estamos constreñidos a una escafandra en algún probable otro planeta orbital, aspiración salvadora de quienes puedan permitirse tan lucrativa huida….
La avaricia del capitalismo necesita demasiadas “Tierras” para satisfacer demandas insaciables de lujo y “confort” sin los cuales la felicidad, dicen, está incompleta. Se desecha la frugalidad, y apartamos a un lado el gran regalo de pertenecer a una “casa común”, donde la dignidad sea Ley, pues la existencia de miles de millones de pobres en el mundo sigue siendo vergonzosa.
Las africanas y africanos cargan con el fardo pesado de situaciones complejas todavía sin superar, el terrorismo entre ellas. Asimismo, la existencia de grupos beligerantes amparados y creados desde el Occidente otanista y los EE.UU., como vía macabra para posicionar clanes tribales o políticos afines a intereses neocoloniales, que en última instancia inciden en la extracción intensiva de los recursos naturales, sobrecargando el medioambiente…
Se hace pertinente reconocer ciertas realidades, tal lo asevera el experto Robert Muthami, de la Fundación alemana Friedrich Ebert: “Se estima que los devastadores efectos del cambio climático aumentarán hasta alcanzar más del 50 por ciento del PIB del continente en 2030. Y esto es algo muy complicado de digerir ya que el continente africano tan solo contribuye al cuatro por ciento de las emisiones totales de gases de efecto invernadero”.
Aun así, en su conjunto África camina, insertándose en el acompañamiento mayor de la ONU y en las distintas instancias protectoras del entorno. En ese sentido, se despliegan acciones concretas. Ejemplifiquemos: Kenia lleva a cabo un ambicioso programa de reforestación. Según el sitio web del Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD), “los grupos comunitarios participan activamente y trabajan junto al gobierno nacional y las autoridades regionales y locales para rehabilitar tres ecosistemas forestales importantes del país: los bosques de Kaptagat y Kakamega, y el lago Magadi”, donde dos millones de personas, dependientes de los ecosistemas forestales se benefician; grupos comunitarios, asociaciones escolares y forestales participan en campañas de plantación de árboles, en unión con el Servicio Forestal del país.

Se trata de enfoques inclusivos, asentados en la Agenda 2063 de la Unión Africana (UA), el Plan Estratégico del PNUD 2022-2025 y la Oferta Estratégica de la Dirección Regional para África. Hay cuatro prioridades esenciales, articuladas en armonía con la Agenda 2030: Personas, Prosperidad, Planeta, Paz. La fuente consultada subraya en la “Prioridad 3: Planeta. La ciudadanía, con el apoyo de la UA, las comunidades económicas regionales y los mecanismos regionales, construye una África resiliente”.
Es cierto, África se reinventa. Sin embargo, los eufemismos son peligrosos y desmovilizadores de una necesaria responsabilidad colectiva global. Como acertadamente argumenta el artista Amir Nizar Zuabi, (de origen palestino, residente en Londres), “la mayoría de migrantes y refugiados que conocí en el camino son expatriados climáticos. La gente a las cuales me encontré en el sur de Europa venía del Sahel porque huyen por una cuestión climática es la región del planeta donde el clima ha colapsado, y se ven obligados a emprender rutas interminables para escapar del hambre”, informó Prensa Latina.
La ONU lleva décadas emitiendo advertencias sobre el aumento de las temperaturas en África, a más velocidad que la media mundial. También insiste: “Los fenómenos climáticos extremos amenazan la producción agrícola y el acceso al agua y podrían provocar el desplazamiento de 86 millones de personas antes de 2050”.
A África se le debe mucho. Desde reparaciones por la esclavitud, el respeto efectivo a sus culturas y tradiciones, así como saldar deudas dejadas de un colonialismo pasado junto a ciertos esquemas actuales de expolios depredadores. La Academia cifra esperanzas de futuro en la región. ¡Cosa curiosa: fue cuna civilizatoria! Urge, en paralelo a la resiliencia climática regional, contribuir solidariamente a su desarrollo sostenible. Sería un excelente regalo para todos los Días de África por venir.
Un comentario
Muy bien enfocado este comentario en efectos negativos del cambio climático para las actuales y futuras poblaciones de esa gran Madre África, con quien la humanidad tiene una deuda impagable. Y qué importante comprender que no solo debemos recordarlo los días 25 de mayo.