Miguel de Marcos Suárez recibiendo el Premio Justo de Lara. / Autor no identificado
Miguel de Marcos Suárez recibiendo el Premio Justo de Lara. / Autor no identificado

Un escritor olvidado también hace reír

Con solo dos novelas publicadas demostró que era uno de los grandes de la literatura cubana. Su ironía genial lo hizo brillar en el humorismo crítico-costumbrista


En una oportunidad José Martí afirmó: “El escritor diario no puede pretender ser sublime, pero sí, al menos, agradable”.

Precisamente rendimos breve tributo a un periodista y escritor del patio cuya característica principal era escribir como hablaba, de manera agradable.

Por su estilo humorista, sincero, crítico, irónico, propio de la idiosincrasia más auténtica del cubano común, ese habanero clásico y típico del ciudadano de nuestra tierra, es Miguel de Marcos Suárez. Son muchos y valiosos los escritores de nuestra tierra olvidados e ignorados y él, por su ingeniosidad, obra, talento y vida, representa dignamente a aquellos ya marcados injustamente por el olvido; no obstante merecer darlo a conocer, en particular a los jóvenes.

Por qué escribimos sobre él ahora

Dos novelas bastaron para no olvidar a un periodista y escritor de su altura, y a un humorista de enorme calibre, autor de Papaíto Mayarí y de Fotuto, publicadas por la Editorial Arte y Literatura en 1976 y 1977.

Entre otras razones porque es un caso nacido y fallecido en fechas “redondas” o terminadas en cero.

Nació en La Habana el 7 de octubre de 1884 y murió en la misma provincia el 30 de diciembre de 1954. Como ven, se cumplen 140 y 70 años, respetivamente, de su llegada a este mundo y de su retirada de él.     

No está en la posible lista de los más prolíficos, aunque ocupa –sin dudarlo– un destacado puesto en la noble colección de los más sorprendentes críticos, con su humorismo y la ironía.

Figura, además, en el grupo principal de los creadores de expresiones curiosas y en la vanguardia literaria del costumbrismo nacional, así como la invención de palabras raramente poéticas, provocadoras de inevitables risas o al menos de ciertas sonrisas plausibles.

De aparente frivolidad, era profundo

Lo primero llamativo de este hombre de letras radica en su vida, aunque a ella en sí no dedicamos la mayor cantidad de párrafos en estas menciones.

Lo mismo podemos decir de su expresado pensamiento político. No tenemos prueba de si era partidario o no del Marxismo–Leninismo. Pero sí hemos sabido, por propias confesiones, que nunca estuvo satisfecho con la República de generales y doctores, ladrones y bandidos, falsas aristocracias o sórdidas miserias politiqueras instauradas por el poder siendo él ya un avispado adolescente, luego de la conocida y lamentable intervención yanqui instaurada. Al contrario, del tema escribió y comentó en distintas publicaciones.

En una de sus obras de ficción, Miguel de Marcos Suárez sentenció: “Yo soy viejo. No lo veré. Creo que Cuba, entre otras cosas, está urgida de una revolución verdadera, transformadora de todo, con dimensión cercana al cataclismo, capaz de arrancar las raíces podridas del coloniaje”.

Este diestro periodista-escritor nos dejó para siempre en letra de imprenta sincera, la dolorosa certidumbre –sin abandonar su simpatiquísimo humor– de haber sufrido la etapa de ver convertida la patria en “un verdadero desastre, invadido por lo excrementicio, término derivado de excremento, subordinado a la política de Estados Unidos cargada de deseos de apoderarse de Cuba”.

Aclaramos, antes de continuar, el insoslayable elemento valorativo de no creer en la apariencia frívola de este extraordinario narrador al describir y definir el mundo en medio de variadas formas de humorismo costumbrista, porque en verdad detrás de todo lo escrito por él, hay una reflexión hondísima rebosada de verdades sobre la realidad cubana de su épocas, en lo político, económico y social. Sin superficialidad de ninguna clase.

Solo una idea biográfica suya

Miguel de Marcos tendría 10 años al comenzar la guerra de Martí en 1895; 17 al instaurarse o creer que se instauraba la república mutilada o mediatizada y nada más 30 cuando estalla la I Guerra Mundial en 1914.

En 1912 obtuvo, con el correspondiente sacrificio implícito, el título de Bachiller. En 1916 –con un esfuerzo aún mayor– se graduó como doctor en Derecho Civil.

Destacado en la literatura de ficción, como veremos, no podemos dejar de mencionar entre sus estímulos académicos notables, el Premio de Periodismo Justo de Lara por el artículo La Tristeza de Cuba, publicado en el diario Avance, el 17 de noviembre de 1938, otorgado unánimemente por el jurado. Asimismo el Premio reporteril Juan Gualberto Gómez, 1950.

Precisamente en 1938 ingresó en la entonces Academia de Artes y Letras. Impartió la conferencia El Arte y la Ciencia de la Información; por esa época insertó numerosos artículos en los periódicos Cuba, Tiempo, Prensa Libre, Diario de la Marina, La Nación, El Mundo y también en las revistas Carteles, BOHEMIA, entre otras publicaciones.

No obstante ser un profesional de la noticia versado en las bromas propias del Humor local, ocupó cargos de alta seriedad, pues representó a nuestra patria ante la ONU y la Unesco, e impartió conferencias en otras instituciones prestigiosas como: el Lyceum, Círculo de Cultura Francesa, Círculo Italo-Cubano, en las que impresionó por la urdimbre de su cultura.

Su rostro, elegancia en el vestir, carga de criterios, reflexiones y vivencias personales pudieron apreciarse igualmente en los hogares cubanos a través del vidrio de la pequeña pantalla, actuando como panelista del popular programa Ante la Prensa, cuyo moderador era el conocido y prominente intelectual coterráneo Jorge Mañach.

Brilló por su literatura de ficción

Tampoco es justo lanzar al olvido para siempre al Miguel de Marcos Suárez de unos interesantes cuentos; pese a que en la creación literaria de ficción su fortaleza radica en la novelística.

Dos años después de muerto, se dio a la publicidad en 1956 una variedad de su prosa periodística en Itinerario. Selección de artículos, en La Habana, por el Ministerio de Educación-Instituto Nacional de Cultura; y salieron posteriormente a la luz Lujuria. Cuentos nefandos, en 1914; y Cuentos pantufleros, 23 años más tarde. 

Cuando Miguel falleció, el no menos brillante periodista Enrique de la Osa, casi emblema y símbolo de BOHEMIA en su leída y admirada sección EN CUBAcolocó un contundente ensayo con el título Deceso. Miguel de Marcos, reproducido por la Editorial Ciencias Sociales como EN CUBA, TERCER TIEMPO, 1955-1958,La Habana, 2000.  

Igualmente a nuestro olvidado escritor, vuelto a ser noticia, le divulgaron su creación literaria en breve ensayo de Marcelo Pogolotti, sacado de las tinieblas por la Editorial Lex habanera, denominado La República de Cuba a través de sus escritores, en 1958.

Sin embargo, inexplicablemente, no estuvo incluído Miguel en la Antología de cuentos cubanos del siglo XX, de Salvador Bueno, en 1975. Sí aparece, por fortuna, en Historia de la Literatura Cubana, del Instituto de Literatura y Lingüística, donde se elogia su forma de escribir y se comenta su estilo de plausible factura artística.

Dos novelas para retomar

Sus obras mayores –en la cumbre de su escritura también podría decirse– están las dos únicas novelas concebidas por su talento humorístico-costumbrista: PapaítoMayaríy Fotuto,la primera terminada en 1947 y la segunda en 1948. Por cierto, la última escrita fue publicada por la Editorial Arte y Literatura en 1976 y la concluida primero en 1977.

Los títulos de ambas novelas obedecen al apodo de cada uno de los principales protagonistas. Papaíto Mayarí es el hombre de éxito, residente en El Vedado habanero y con una vida vacía. Fotuto, tal vez un antagonista, el mendigo u hombre arruinado.

Ambas obras reflejan momentos históricos prácticamente iguales. Muestran la sucesión de presidentes, dictadores corrompidos, demagogos de espaldas al pueblo, cada uno peor que el anterior.

Pequeño muestrario humorista

Por razón de espacio no citamos la cantidad de palabras cómicas, invención de Miguel, como nombres propios ridículos, paródicos e irónicos. BastenAstilla, Huevito, Malacara, Panetela, la Orden San Huevonio; el diario La Trompeta de Cuba y el tónico para conservar la virilidad masculina Trancavitam.Una de sus deliberadas incongruencias humorísticas: “Las tres carabelas de Colón. Porque ustedes saben era gallego”.

Emplea el humor negro y escribe: “Pruebe y compare. Lea el catálogo de la Funeraria Lamazares. Vea nuestro sarcófago ideal para la temporada de verano”.

Cita también en sus novelas sentencias como estas: “Disfrute el lector de la siguiente información de un enfermero a una familia víctima de una dura novedad: “Tengo el gusto y la satisfacción de comunicarles algo de su interés. El día de ayer el abuelo de la cama 30 falleció de pronto”.

Y como si fuera poco lo seleccionado en los textos de las dos novelas de Miguel de Marcos o el colmo de su preciosismo humorístico, aparece esta joya literaria: “Hace 20 años que no veo a mi mujer. Seguro me ha dado algún hijo”.

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Fuente consultada

Escritores olvidados de la República. Conferencias, Ediciones Unión, La Habana, 2012.

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