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Visiones enriquecidas

A lo largo de las últimas dos centurias se han multiplicado las valoraciones en torno a José Martí, un ser humano excepcional por sus dotes intelectuales y su entrega a la patria


Mucho se ha escrito y hablado durante más de un siglo sobre el Héroe Nacional de Cuba; cabría preguntarnos si aún resta algo por comentar o develar. Múltiples instituciones surgidas en nuestro país para extender el conocimiento de su legado no albergan la menor duda al respecto.

Y andan bien encaminados sus integrantes: la obra de quien, además de patriota, fuera periodista, ensayista, poeta, novelista, dramaturgo, diplomático, profesor, resulta tan vasta que su estudio no ha quedado agotado. Tampoco el de sus considerables relaciones personales (afectivas, profesionales y proselitistas a favor de la independencia cubana).

Los artículos en torno a José Martí abordan diversos asuntos, algunos de ellos poco divulgados. / libreríavirtualcuba.com

Por ello, la filial espirituana de la Sociedad Cultural José Martí ofrece cada mayo, en el evento historiográfico Voces de la República, que organiza en la capital provincial, algún panel dedicado a esa aproximación al parecer inagotable. Hasta allí viajan investigadores deseosos de exponer hallazgos o dar su visión personal acerca del prócer cuyo natalicio celebramos el 28 de enero. Amén de que en tales encuentros se abordan otras cuestiones relativas al devenir de la nación entre 1902 y el triunfo revolucionario de 1959: las artes, la literatura, la educación, las dinámicas sociales, las ciencias, la prensa, los aspectos políticos y económicos.

Luego, las disertaciones más notables son recogidas en el correspondiente volumen de la serie que lleva el mismo nombre del coloquio. Precisamente en el decimotercer compendio (Ediciones Luminaria, 2022), disponible en formato digital, se aprecian seis artículos en torno a la presencia del pensamiento martiano en libros escolares, las asociaciones marxistas cubanas de inicios del siglo XX, el imaginario colectivo, los jóvenes opuestos al golpe militar de Batista en 1952, la revista BOHEMIA y en cuadernos relacionados con el itinerario seguido por el Apóstol en sus últimos meses de vida.

Beato soñador de la libertad

“Tanto en el relato del desarrollo histórico independentista cubano como en las biografías que se incluían en los manuales, Martí, como el resto de nuestros patriotas, fue presentado bajo una narración escueta y descriptiva, carente de explicaciones y valoraciones mínimas que contribuyeran a develar la magnitud de su pensamiento y de los principales acontecimientos en que participó”.

Tal asegura José Antonio Rodríguez Ben en José Martí en los textos de historia de Cuba y contextos escolares, durante la República Neocolonial. Este especialista del actual Ministerio de Educación consultó fuentes: el Manual o Guía para los exámenes de los maestros y maestras (1900-1904), confeccionado por Carlos de la Torre y Huerta; Historia de Cuba: En breve compendio, de Alejandro María López y Torres (1900); Abreviada historia de Cuba, por Emilio Blanchet (1902); Nociones de Historia de Cuba, de Vidal Morales y Morales (se realizaron varias reediciones en los tres primeros decenios de la centuria); y otros materiales empleados en los años 20.

Niños habaneros de 1900. Los que podían asistir a la escuela recibían en ella un relato incompleto sobre el Héroe Nacional. /Autor no identificado

Dichas lecturas transmitían “hasta cierto punto, la idea de su labor como principal organizador e ideólogo de la guerra de independencia iniciada en 1895 e incluso su ejemplar patriotismo, ética y moral ciudadana de gran valor formativo”; sin embargo, obviaban “su antirracismo, su enfrentamiento al anexionismo y autonomismo, su solidaridad y latinoamericanismo, su identificación con las luchas por la justicia social de los sectores populares y los trabajadores, su radical sentido de la independencia y, sobre todo, su antimperialismo”.

Rodríguez Ben indica cuáles libros acerca de José Martí vieron la luz en el período de 1920-1958, por ejemplo, las llamadas Obras Completas –impresas por las editoriales Trópico (1945) y Lex (1946)– y disímiles biografías: Martí, el Apóstol (1933, Jorge Mañach); Martí, místico del deber (1940, Félix Lizaso); José Martí, el santo de América (1941, Luis Rodríguez Embil); Martí, carne y espíritu (1952, de Néstor Carbonell), entre otras.  

Esas semblanzas “lograron difundir un deferente y necesario acercamiento a ciertas facetas de la vida del Maestro; pero algunos de sus biógrafos, atrapados por sus conservadoras ideologías, circunstancias e identificados —con mayor o menor compromiso— con sectores dominantes de aquella sociedad neocolonial, presentaron en sus escritos a ese gran hombre y combatiente revolucionario como un santo, un beato soñador de la libertad, un místico y utópico idealista”.

Una república cordial y equitativa

María Caridad Pacheco González, del Centro de Estudios Martianos, reflexiona en José Martí en las primeras organizaciones marxistas del siglo XX. Carlos Baliño: “Apenas unas cuantas voces aisladas del mambisado revolucionario, la emigración independentista y de la intelectualidad progresista –Salvador Cisneros Betancourt, Manuel Sanguily, Juan Gualberto Gómez, [Enrique] José Varona, Diego Vicente Tejera, Carlos Baliño o el joven periodista Julio César Gandarilla, entre otros– advertían la gravedad del proceso mediante el cual se había escamoteado la soberanía de Cuba” tras la intervención de Estados Unidos en la contienda.

Suele afirmarse que Baliño, radicado en aquella nación como emigrado político, conoció a Martí en 1888; ambos “compartieron la tribuna en numerosos actos patrióticos y se admiraron mutuamente”; no obstante, conjetura la investigadora, tal vez ya se habían visto en la Escuela Profesional de Pintura, Escultura y Grabado de La Habana, pues los dos asistieron a las clases del curso 1867-1868.

Lo importante es que el ideario martiano influyó en el precursor de la ideología marxista en Cuba y en quienes lo acompañaron en la consolidación del Partido Obrero Socialista, surgido en 1905. La Voz Obrera, su medio de comunicación oficial, “con insistencia alertó acerca de una independencia irreal o ficticia y clamó por hacer realidad el mandato de Martí en relación con el ideal de república cordial y equitativa”. En él se promovieron concepciones de “aquel paladín de la libertad, que a algunos no gustaba porque tenía tendencias socialistas”, según palabras del propio Baliño.

Calle Martí en la ciudad de Pinar del Río. / J.Segovia

Martí no debió de morir, ¡ay de morir!

Incontables cubanos hemos escuchado esa frase. A su procedencia se refiere la historiadora y profesora Francisca López Civeira (Universidad de La Habana) en el artículo José Martí: uso y valor en la república cubana.

Antes de llegar a ese particular recalca que en abundantes ocasiones los monumentos y construcciones erigidos en homenaje al Maestro “han contado con el aporte popular”. Ya sea mediante la solicitud de su creación o la colecta de fondos destinados a ese propósito. Así aconteció con la estatua colocada en el Parque Central de La Habana el 24 de febrero de 1905.

Se eligió la figura del prócer a través de una encuesta del periódico El Fígaro, “dirigida inicialmente a personalidades y extendida luego a los lectores. En el primer caso […] entre las tres respuestas en verso referidas a Martí, está la de Enrique Loynaz del Castillo, que terminaba con una expresión de alto valor simbólico en el contexto de la ocupación militar: Del excelso Martí, mientras respire un cubano leal, / Querrá la estatua donde el Morro mire, / Y, levantado frente a la extranjera / Ese mármol será nuestra bandera”.

Desde 1899 surgieron asociaciones para recordarlo y construirle una tumba digna de su grandeza, empeño que no cristalizó hasta 1951, fecha en la cual sus restos mortales fueron trasladados al mausoleo concluido en el cementerio de Santa Ifigenia, en Santiago de Cuba. Asimismo, cuando cesó la dominación española las nuevas autoridades decidieron cambiar las denominaciones de las calles principales: “el nombre más repetido fue el de Martí”.

Para ensalzarlo y deplorar que, pese al transcurso de los años, su ideal republicano continuara postergado, se han escrito innumerables versos y canciones. “Quizás la mayor popularidad la alcanzó la Clave a Martí, canto que es un profundo lamento: Aquí falta, señores, una voz / de ese sinsonte cubano, / de ese mártir hermano / que Martí se llamó. // Martí no debió de morir, ¡ay de morir!, / por ser el maestro y el guía, / si Martí no hubiera muerto / otro gallo cantaría, / la patria se salvaría / y Cuba sería feliz”.

Vibrante alegato es el del Mensaje lírico civil, poema compuesto por Rubén Martínez Villena en 1923: Hace falta una carga para matar bribones, / para acabar la obra de las revoluciones; […] para que la república se mantenga de sí, / para cumplir el sueño de mármol de Martí…

López Civeira nos recuerda la indignada reacción de todo el país cuando la estatua colocada en el Parque Central fue profanada por marinos yanquis en 1949. Además, critica el modo en que para ganarse la simpatía de los electores, los políticos de entonces invocaron las convicciones y la conducta del héroe.

Concluye aseverando: “Martí fue referente siempre presente entre los cubanos de las primeras décadas del siglo XX, lo que explica su uso desde el poder. Pero, sobre todo, fue el referente para la ética que debía prevalecer en la patria desde el sentido de ‘con todos, y para el bien de todos’”.

La Marcha de las Antorchas, efectuada en 1953. / granma.cu

El sueño supremo del Apóstol

Tras el golpe de Estado del 10 de marzo de 1952 y la pasividad de las instituciones jurídicas “renacieron los métodos secretos de lucha […] perfeccionados por José Martí durante la organización de la guerra necesaria. La prensa clandestina fue uno de los recursos empleados y, en El Acusador del 16 de agosto de 1952, Alejandro –seudónimo de Fidel– publicó su artículo ‘Yo acuso’, en el cual caracterizaba al dictador como ‘un perro fiel del imperialismo’”.

De este modo Ibrahim Hidalgo Paz, también especialista del Centro de Estudios Martianos, se enfoca directamente en la impronta del Maestro dentro de la llamada Generación del Centenario. Rememora, en su ponencia Las ideas de Martí en la Revolución Cubana (1952-1959), cómo en enero de 1953 los dirigentes de la Federación Estudiantil Universitaria (FEU) “se reunieron con algunos miembros de la ortodoxia, de los auténticos, socialistas y católicos y acordaron conmemorar dignamente el natalicio del Apóstol con la que se denominaría la Marcha de las Antorchas. Fidel Castro, presente en aquel encuentro, decidió poner a prueba los grupos que desde meses antes nucleaba con fines insurreccionales. En la noche del 27 desfiló, junto con la masa estudiantil –un bloque de unos mil doscientos jóvenes, cuyo principal rasgo distintivo era la disciplina y la cohesión de sus miembros–, quienes llegaron junto al resto de los manifestantes a la Fragua Martiana en las primeras horas del 28”.

Más adelante señala los principios seguidos por quienes asaltaron en julio de ese año los cuarteles Moncada y Carlos Manuel de Céspedes, así como numerosos participantes en acciones posteriores para derrocar a la tiranía: “En el Manifiesto del Moncada, Raúl Gómez García expresó que los inspiraba ‘el sueño supremo del Apóstol’. Consecuente con esta idea, en la primera sesión del juicio contra los combatientes, Fidel, que los encabezara, declaró que el autor intelectual de aquellas acciones revolucionarias había sido ‘José Martí, el Apóstol de nuestra independencia’. Estas breves palabras equivalían al enunciado de un programa político de hondo sentido popular, de carácter antioligárquico y antimperialista”.

Al Centro de Estudios Martianos debemos la más abarcadora de cuantas ediciones de los Diarios… se hayan publicado en Cuba. / patrialibros.org

Ruta de la Gloria

Mayra Beatriz Martínez, colega de Hidalgo Paz, alude a las diversas publicaciones de los diarios del Maestro redactados durante la última etapa de su existencia física; o sea, cuando con Gómez y Maceo ultima los detalles del alzamiento independentista y marcha a la manigua en 1895.

Según plantea en Ruta de Playita a Dos Ríos: ecos republicanos, aquellas páginas no fueron suficientemente tenidas en cuenta por los incorporados a la tarea de precisar en 1922 el recorrido efectuado por Martí y el Generalísimo desde el desembarco en la costa oriental hasta el paraje donde el primero cayera en combate.

“En pleno período de Gobierno de Alfredo Zayas, una Comisión Histórica, nombre oficial del grupo encargado, realizó la que calificaran como Ruta de la Gloria […] Se creó a instancias de Arturo Carricarte, quien fuera periodista, diplomático, fundador […] de la Logia Habana y de la Revista Martiniana y ya por ese entonces […] director del Museo Casa Natal […] Logró para su proyecto el apoyo del Ejército Nacional, cuyo Estado Mayor emitió una Orden Especial […] donde se comisionaba al teniente Rafael Lubián y Arias, topógrafo militar, a trazar sobre la marcha mapas referentes a los lugares” que se explorarían.

A la búsqueda se sumaron, entre otros, Marcos del Rosario, quien había integrado aquella tropa insurrecta; su hijo Enrique; el general mambí Enrique Loynaz del Castillo; Urbano Gómez Toro, vástago del gran estratega militar; el capitán José Manzano Hernández, conocedor de la zona; el periodista Gustavo E. Rubio y el escritor Regino Boti.

“Intuimos […] que al tener la Comisión Histórica la oportunidad de acceder a la papelería inédita de Gómez, en especial a su diario, pudo proyectar su itinerario a partir de esa información fidedigna. ¿Acaso también consultaron el de Martí? Menos probable. Al cotejar los lugares de tránsito o de campamento mencionados por el Generalísimo con los establecidos en 1922, se aprecia una correspondencia casi total; sin embargo, en ocasiones, no concuerda con el relato martiano”, plantea la experta.

De los sitios registrados, “que permanecían, entonces, mayormente inalterados, […] se tomaron 344 fotografías”, algunas fueron mostradas en periódicos y libros; por ejemplo, el publicado en 1938 por Rafael Lubián: La ruta de Martí (de Playitas a Dos Ríos) (Desde el 11 de abril al 19 de mayo de 1895).

Con deleite, la estudiosa describe el álbum que contiene las imágenes originales e informa sobre el proceso de “identificación, ordenamiento y escaneo” emprendido por el Centro de Estudios Martianos.

Los textos reseñados en las anteriores líneas sin duda les serán útiles a los profesores, estudiantes y profesionales de distintas ramas del saber. Igualmente resultan asequibles –y disfrutables– a cualquier lector que procure ampliar sus conocimientos acerca de nuestro entrañable José Martí.

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