Los tocados han evolucionado a lo largo de la historia ajustándose a las diferentes sociedades
¿Te gustan los sombreros? ¿Te son útiles? Quizás en alguna ocasión hayas usado uno o hayas visto a muchas personas luciéndolo; lo que tal vez no sabías es que su origen se remonta a las primeras civilizaciones, como la egipcia y la romana, donde no solo servían para protegerse del sol y la lluvia, sino también constituían símbolo de estatus social.
De su uso práctico hasta las diversas formas y significados que ha adoptado, te contamos un poco en estas líneas.


De lo común a la alta nobleza
Durante la Edad Media, los sombreros adquirieron un papel importante en la moda europea. Los nobles usaban modelos elaborados para distinguirse de las clases trabajadoras. Con el Renacimiento, se popularizaron los de ala ancha y los bonetes, que se convirtieron en sinónimos de modernidad y elegancia.
En el siglo XVIII, la revolución industrial trajo consigo una producción masiva de sombreros, permitiendo que se convirtieran en un accesorio asequible para los obreros. Modelos como el tricornio y el bombín se hicieron populares entre hombres y mujeres, y comenzaron a usarse en la vida cotidiana, marcando un cambio significativo en la moda de la época.
Con el tiempo, el siglo XIX vio la aparición de diseños icónicos, como el de copa y el de paja. Las mujeres, por su parte, comenzaron a experimentar con los llamados decorativos, incorporando plumas, flores y cintas en ellos.
En el caso femenino, estos alcanzaron un significado aún más preponderante, desde los extravagantes plumajes y encajes de la era victoriana hasta los modernos y minimalistas diseños actuales.
En muchas comunidades tienen un significado especial, representando tradiciones y celebraciones; muchas culturas tienen el suyo. Por ejemplo, el sombrero el sombrero típico vietnamita, siendo uno de los íconos más notorios y visibles de ese país y usado casi en su totalidad por mujeres, el bombín (Bolivia), que en dependencia de hacia dónde esté ladeado, indica soltería o compromiso, el de charro en México o el vaquero en Estados Unidos, entre otros, demuestran cómo estos accesorios trascienden la moda para convertirse en emblemas culturales.



Nuestros días
Esta pieza sigue siendo un complemento popular en todo el mundo; desde gorras deportivas hasta aquellos elegantes de ala ancha, su versatilidad permite usarlo en contextos tan diversos como festivales, eventos formales o actividades al aire libre. El interés por la sostenibilidad ha llevado a un resurgimiento de los aquellos hechos a mano y de materiales ecológicos.
Asimismo, existen sombreros distintivos como los birretes, gorro en forma de prisma y con una borla en la parte superior, utilizado por jueces, abogados y profesores universitarios en actos solemnes, según define la Real Academia Española.
En Cuba, además de los tejidos por esas manos artesanas, también sobresale el de yarey, que persiste en la identidad que nos caracteriza, de ahí que, junto a otras habilidades y costumbres rurales, se erija como uno de los patrimonios inmateriales de la nación.
El sombrero de yarey, tradición cubana

Según diversas investigaciones culturales y sociológicas, el sombrero de yarey tiene su origen en la actual provincia de Villa Clara, específicamente en la región de Camajuaní, aunque no hay un estudio que lo ratifique.
Las fibras de yarey o guano, materia prima esencial, son cuidadosamente seleccionadas y recolectadas en el campo. Posteriormente, se separan en delgadas tiras, clasificadas según su calidad, para tejer trenzas que se cosen en función de las dimensiones deseadas del sombrero y las exigencias específicas de cada confeccionista.
Este accesorio se ha integrado tan profundamente en la cultura popular que incluso Echu Jano, uno de los orishas del panteón afrocubano, se encuentra representado con un sombrero de yarey como distintivo característico.
Hoy día resulta común ver a jóvenes y adultos usando este accesorio en entornos urbanos y rurales, evidenciando su amplia aceptación.
Además, las pasarelas de moda cubana lo han incorporado en sus colecciones de verano, utilizándolos como elementos contrastantes en presentaciones de alta costura, buscando un estilo “retro” o –quién sabe– el exotismo tropical.
Para los turistas, se ha convertido en un adorno ineludible de un viaje a Cuba. Por eso, es casi imposible que un visitante abandone la isla sin un sombrero como recuerdo, ya sea en la cabeza o guardado en su equipaje.
Su presencia ha sido casi constante en diversas manifestaciones artísticas, particularmente notable en la música. Basta con mencionar la ópera “El sombrero de yarey” de Ernesto Lecuona.
A partir de lo mencionado, ya estamos listos para responder a una famosa pregunta de la Orquesta Original de Manzanillo en uno de sus temas más reconocidos: “¿Quién ha visto por ahí mi sombrero de yarey?”


Un comentario
Excelente su trabajo periodístico relacionado con: Cubrir la cabeza, una vieja costumbre; no obstante, considero que se podía haber mencionado también, la forma en que otrora, las fieles católicas asistían a la iglesia con sus velos o mantillas en sus respectivas cabezas y, algo muy importante, las inspiraciones de la cantante de género campesino, ya desaparecida desde hace algunos años, que popularizada la guajira que en su estribillo decía: «Quiero un sombrero de guano, una bandera, quiero una guayabera y un son para bailar»
Felicitaciones por habernos traído tan agradables recuerdos para aquellos que ya peinamos algunas canas. Gracias.