A esta destacada profesora universitaria está dedicada la edición 33 de la Feria Internacional del Libro de La Habana 2025
Para quienes fuimos sus alumnos en la Universidad de La Habana, muchos de los cuales –entre los que había que incluir desde Eusebio Leal, Panchito Pérez Guzmán y Guillermo Jiménez hasta la gran mayoría del actual claustro del departamento de Historia de Cuba de la casa de altos estudios–, ya tenemos más de 40 años de graduados, ella sigue siendo “la profe”. Dueña de una gran maestría pedagógica. El redactor de estas líneas aún recuerda con asombro cuando, en aquellas tardes y noches del Curso para Trabajadores, Paquita López Civeira seducía con sus conferencias a un auditorio de rostros cansados, tras ocho horas de jornada laboral, que -sin dejarse rendir por el sueño- acudían con una inusitada lealtad a sus turnos de clase.

No es a la educadora, sin embargo, a quien dedicará esta vez más espacio el cuestionario periodístico elaborado para el presente trabajo. Personalidad homenajeada en la edición 33 de la Feria Internacional del Libro de La Habana 2025 que, tras su inauguración en La Habana este 13 de febrero, recorrerá toda la geografía del país y culminará en marzo en tierras orientales, obviamente el diálogo se centrará en los textos de su autoría y sus contribuciones a la divulgación de la Historia y a la promoción de la lectura.
De niña, ¿te gustaba leer?, indagamos. No piensa mucho su respuesta: “Yo no tenía orientación para lecturas por parte de mis padres. Ellos eran inmigrantes de pobres aldeas españolas, donde aprendieron lo que el cura del pueblo les enseñó –las cuatro reglas de la aritmética, saber firmar y leer–, no tenían idea de qué grado habían alcanzado; por tanto, no estaban preparados para ese tipo de orientación. Sí nos exigían a mi hermana y a mí hacer las tareas de la escuela, aprendernos las lecciones que mi madre nos tomaba con mucho rigor. Fuera de los libros de texto, apenas leí algunos cuentos infantiles como la Caperucita Roja, Pinocho y alguno más.
“En realidad, fue en la adolescencia, cuando comencé los estudios de bachillerato en el Instituto de La Habana, que me puse en contacto con algunos contenidos, a partir de los propios libros de texto de Español o de Historia que eran más explicativos, que tenían poemas o fragmentos de obras de la narrativa, por lo general española, que me llamaron la atención. Debo agregar que mi amistad con compañeros de estudio, que tenían mayores lecturas y contacto con el mundo del arte en general por su entorno familiar, me puso en contacto con ese mundo. Así empecé a disfrutar conciertos y algunas lecturas, fundamentalmente de autores españoles y cubanos”.
No fue hasta el Bachillerato (preuniversitario) que comenzó a interesarse por los temas históricos. “Recibí en el primer año Historia Antigua, que debía estudiar por el libro del cual eran autores mi profesora y su esposo, también profesor del Instituto, y fue un descubrimiento para mí. Después recibí las otras historias universales y la Historia de Cuba. Ese fue mi primer contacto real con la historia que comenzó a interesarme como conocimiento.
“Como estudiaba en el Instituto de La Habana, a veces me iba con un grupito de amigos (nos decíamos “los Titis”) a La Habana Vieja y en algunas ocasiones subimos atrevidamente a la oficina del historiador de la ciudad, Emilio Roig de Leuchsenring, quien nos recibió y hasta regaló libros, que aún conservo, y que me presentaron el asunto de la relación Estados Unidos-Cuba.

“En el Bachillerato tuve algunos maestros que sí me inculcaron el fervor por la Historia y también por la Literatura. El de Historia de Cuba, a pesar de su característica física –pues era enano– interesaba a los alumnos y organizaba actividades que motivaban; no obstante, mi recuerdo mayor es de mi profesora de Historia de Cuba en la Universidad de La Habana Olga López, por su pasión en la exposición, su manera de “vivir” los procesos históricos que explicaba, además de su gran calidad humana”.
En su casa no había libros. “Mi padre leía algunos folletos y periódicos por su interés en asuntos sociales, pues era obrero y estaba insertado en las luchas sindicales, en la línea de Lázaro Peña. Yo lo oía hablar con sus compañeros de trabajo, pues nosotros vivíamos en el Cerro detrás de la fábrica de refrescos donde él trabajaba, y me gustaba escucharlo. Los libros, fuera de los de texto, los leí en bibliotecas inicialmente y después, ya en la Universidad, comencé a comprarlos, además de algunos que nos dieron gratuitos de la colección de Ediciones R que Fidel concibió”.
En los años 60, ya con la Revolución en el poder, fue que comenzó la publicación masiva de libros, no solo de manuales escolares. “Había también compilaciones o reproducciones de obras de autores clásicos y otros no tan conocidos. Uno se impresionaba con las obras que hacían referencia a hechos heroicos de la humanidad, o también a textos que nos presentaban la visión marxista, al propio Marx, Engels y Lenin o Marc Bloch y otros de la Escuela de los Annales, todo de gran novedad para muchos de nosotros. Recuerdo cuando leí La República, dependencia y revolución, de Julio Le Riverend, que era una primera síntesis de la época republicana de Cuba y abordaba períodos que aún no se explicaban en las aulas. También recuerdo cuando nos llegó la Historia de Cuba realizada por el Minfar, que después identificamos como de Jorge Ibarra. Eran miradas y tratamiento de aspectos y períodos que resultaban novedosos”.
Le pedimos que nos hable de los autores de textos históricos que más han influido en ella. “Es difícil escoger uno o solo unos poquitos porque las fuentes son muy amplias y diversas a partir de los temas que tratan, como síntesis general, o como aspectos o momentos específicos. Además, se va a esas fuentes y las selecciona a partir del objeto de estudio que uno define para una investigación, de modo que bien puede ser la obra de Félix Varela, indispensable, que puede ser Ramiro Guerra, Julio Le Riverend, que Oscar Zanetti o Fabio Fernández por mencionar autores de diferentes generaciones y temáticas.
“Claro que resulta muy útil la obra de quienes en los años 20 del siglo XX renovaron los estudios históricos en Cuba; pero no es posible quedarse solo en ellos, hay que ir a nuestros contemporáneos y a las generaciones más jóvenes para nutrirse de toda esa riqueza de la historiografía cubana para quienes trabajamos sobre nuestra historia nacional.
“Por supuesto, muchos son fuentes muy frecuentes, aunque como ya expresé, en dependencia del asunto objeto de estudio. Hace mucho tiempo que mis lecturas están en función del proyecto de investigación en el cual esté trabajando. En ese sentido puedo señalar libros de historia, novelas, cuentos, poesía, recopilación de discursos, la prensa, documentos de archivo, en fin, que las fuentes son muy amplias para un trabajo de investigación donde pueden incorporarse pinturas, esculturas, grabados, caricaturas, música. Es decir, que a veces volvemos sobre una misma fuente de manera reiterada, en relación con lo que estamos investigando”.


Dirigidas a un lector juvenil han tenido una gran aceptación de los públicos quienes le han otorgado el premio del lector a diferentes niveles.
Sobre los textos de su autoría, comenta: “Cada libro tiene su objetivo y momento. Por supuesto, el primero que redacté referido a la crisis de los partidos políticos en la República burguesa fue de lo más difícil por la falta de experiencia. Creo que resultó útil, aunque hoy lo escribiría diferente en algunos aspectos pues he acumulado mucha más información, así como posibilidades de análisis; sin embargo, mantengo la tesis central. La breve biografía de José Martí, que escribí por petición de amigos mexicanos, fue muy difícil porque estaba bajo el terrible golpe de la muerte inesperada de mi hermana, lo que me retardó un poco la realización.
“Algunos libros han sido elaborados a solicitud como la síntesis de la Cuba republicana que va de 1899 a 1959 con el subtítulo Seis décadas de historia; para mí fue un gran reto, pues tenía el precedente extraordinario de la síntesis de Le Riverend. También fue un reto fuerte el libro sobre el Segundo Frente Oriental Frank País que me encargó Asela de los Santos, pues no era un objeto de estudio específico en mi trayectoria y sin embargo su resultado fue Premio de la Academia de Ciencias de Cuba.
“En los últimos tiempos he trabajado sobre las miradas a los Estados Unidos desde Cuba y me ha sido sumamente interesante y atractivo. Es un tema de mis clases en Maestría y fueron mis alumnos quienes me incentivaron a escribirlo.
“Tengo varias obras en coautoría, algunas donde he sido convocada y otras que he coordinado yo o que hemos hecho en colaboración pareja de dos o tres autores y, en general, me han reportado satisfacciones en lo profesional. Dentro de este rubro, están las realizadas sobre Fidel, tanto en su entorno como estudiante universitario como el que trata acerca de su papel fundamental en el impulso al estudio, al libro, a la lectura, que me aportó nuevos saberes.
“Los libros de la colección 100 preguntas dirigida a un lector juvenil han sido de gran alegría pues han tenido una excelente aceptación en los lectores, por lo que han recibido el premio del lector a diferentes niveles. Eso me satisface mucho pues creo que nuestra obra debe llegar a un público lo más amplio posible, aunque manteniendo siempre el rigor científico. En eso trato de seguir a Martí cuando afirmó: ‘Poner la ciencia en lengua diaria’”.

Se le propone hablar sobre las ferias del libro, desde aquellas de los años 60 hasta las actuales. “No recuerdo haber estado en las primeras ferias que organizó Alejo Carpentier, pero en mi casa sí se compró la edición masiva del Quijote y lo leí. Después asistí a las ferias posteriores a buscar libros, pero fundamentalmente obras literarias, desde narraciones soviéticas hasta obras latinoamericanas y cubanas. Era para mí un gran descubrimiento que disfruté mucho.
“Lo más importante en las ferias es la promoción del libro, de la lectura, esa fue la concepción. Claro, se pueden acompañar sus actividades con manifestaciones artísticas diversas, siempre con la necesaria calidad que enriquezcan la feria, pero eso debe cuidarse para que sea así. También puede haber servicios gastronómicos que complementen la estancia en los sitios de la feria, pero no puede convertirse eso en el objetivo central.
“Con estas consideraciones solo expreso que las Ferias del libro deben ser una fiesta en función de promover el libro y la lectura, por lo que tal fiesta debe tener bien planificado ese objetivo y evitar que se desfigure”.
Queda poco en el tintero. “¿Cómo se considera, profe? ¿Una educadora autora de textos o una investigadora que escribe libros de Historia?”. Tampoco piensa mucho la respuesta como si sobre tal asunto ya hubiera meditado anteriormente: “No hay contradicciones entre las dos. Lo que escribo me sirve para incrementar y enriquecer la información que manejo en el aula. Al mismo tiempo el trabajo con los estudiantes, las preguntas que me hacen, genera inquietudes, me anima a emprender nuevas investigaciones”.
Solo queda preguntar acerca de sus planes futuros. “Seguir impartiendo mis clases, seguir trabajando en la divulgación de nuestra historia y seguir investigando para aportar nuevos conocimientos y nuevas perspectivas en este campo. Eso implica seguir aprendiendo, superándome para ser útil. Tengo nuevos proyectos de investigación en los que ya trabajo y espero que sus resultados puedan aportar a nuestra historiografía, a la vez que enriquezcan la docencia que imparto. Mientras haya vida y la salud me acompañe, seguiré en esta función de educadora e investigadora, pues es mi manera de aportar a mi país”.
*Periodista y profesor universitario. Premio Nacional de Periodismo Histórico por la obra de la vida 2021.