El Carpentier menos visto

Este texto forma parte del dosier Carpentier en su 120 aniversario


Cartel de la exposición de Revolución y Cultura

Un ¿desconocido?, aún joven, hace ejercicios o quizás juega en una barra. Otra instantánea lo muestra sobre una canoa. Dos o tres fotografías más allá, lee un libro junto a su esposa. Observar esos retratos abre la puerta a nuevos entornos, no solo más personales, sino capaces de desatar la imaginación de quien mira.

Tal obsequio lo debemos al empeño conjunto de la Fundación Alejo Carpentier y la revista Revolución y Cultura: la primera aportó algunas de las imágenes que conforman sus fondos, la segunda las acogió en la galería Espacio Abierto, durante los últimos meses del presente año.

Según palabras de Enrique Ubieta (él y Denys San Jorge, con la colaboración de Armando Reggi, realizaron la curaduría de la muestra), Alejo Carpentier. El hombre en su tiempo documentó “las locaciones y relaciones de una existencia que supo integrar desde temprano la vanguardia artística y la política”; aunque las fotos “no lo dicen todo, son ventanas al pasado, pequeñas hendijas por las que nos asomamos a un instante […] tras el cual hay una historia, una toma de posición, un compromiso”.

Lástima no poder reproducir por completo lo exhibido. Pero en esta selección nos queda el ser humano –a veces triste, cansado; a veces socarrón, en calma o pletórico de energía–, más allá del novelista.

A la izquierda, en lo más alto de la escalera, durante un homenaje del Grupo Minorista al ensayista mexicano Antonio Caso, en noviembre de 1924. Vestido con un traje de color claro, en la Cárcel de La Habana (agosto de 1927), detenido por el supuesto delito de rebelión o causa comunista.
En la habanera playa de Marianao, hacia 1940.
Ribera del Orinoco, en Venezuela (1948).
Carpentier y su esposa, Lilia Esteban Hierro.
De tertulia en París (1938) con el escritor español José Bergamín y el músico mexicano Tata Nacho.Durante el Primer Festival de Música Latinoamericana, celebrado en Caracas (1954); le acompaña el prestigioso compositor brasileño Heitor Villalobos.
Tyrone Power le indica pasajes de Los pasos perdidos, novela que el actor estadounidense quería llevar a la gran pantalla a finales de los 50 (izquierda). / Un encuentro con el pintor español Antonio Saura (derecha)
Década de los 70: ante su mesa de trabajo en la capital francesa.

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