Este texto forma parte del dosier Carpentier en su 120 aniversario

Un ¿desconocido?, aún joven, hace ejercicios o quizás juega en una barra. Otra instantánea lo muestra sobre una canoa. Dos o tres fotografías más allá, lee un libro junto a su esposa. Observar esos retratos abre la puerta a nuevos entornos, no solo más personales, sino capaces de desatar la imaginación de quien mira.
Tal obsequio lo debemos al empeño conjunto de la Fundación Alejo Carpentier y la revista Revolución y Cultura: la primera aportó algunas de las imágenes que conforman sus fondos, la segunda las acogió en la galería Espacio Abierto, durante los últimos meses del presente año.
Según palabras de Enrique Ubieta (él y Denys San Jorge, con la colaboración de Armando Reggi, realizaron la curaduría de la muestra), Alejo Carpentier. El hombre en su tiempo documentó “las locaciones y relaciones de una existencia que supo integrar desde temprano la vanguardia artística y la política”; aunque las fotos “no lo dicen todo, son ventanas al pasado, pequeñas hendijas por las que nos asomamos a un instante […] tras el cual hay una historia, una toma de posición, un compromiso”.
Lástima no poder reproducir por completo lo exhibido. Pero en esta selección nos queda el ser humano –a veces triste, cansado; a veces socarrón, en calma o pletórico de energía–, más allá del novelista.






