Se exhibe en la galería Villa Manuela, de la Unión de Escritores y Artistas de Cuba (Uneac), sugestiva muestra pictórica de uno de los más notables paisajistas cubanos contemporáneos
Un universo sui generis, encrespado –¿crispado?, tal vez– advierte quien llega en estos días a la habanera galería Villa Manuela, de la Unión de Escritores y Artistas de Cuba (Uneac). La docena de piezas allí exhibidas integran la exposición Tormenta en el tiempo, del artista visual pinareño Humberto Hernández Martínez el Negro (Puerto Esperanza, 1958).
Parecieran instantáneas en sepia estas obras que impactan y cautivan a partir de la poética singular de este virtuoso creador, quien desde la subjetividad y peculiar visión de su entorno, describe con trazos y colores sobre las asperezas y el panorama devastador que dejan la embestida casi constante de los huracanes en su terruño natal.
En medio de tan agreste ambiente y sin ambages, el Negro se apropia del paisaje natural que le circunda; lo sublima y, paradójicamente, genera sosiego y fascinación al que absorto contempla los recónditos parajes de Viñales, pintados en acrílico sobre lienzo, y en su mayoría de mediano y gran formato.
La vegetación tupida y marchita, los senderos desolados y angostos, las viviendas sin apenas presencia humana ni animal componen un relato sugestivo e íntimo del lugar y por extensión, representativo de los campos cubanos tras la arremetida de un fenómeno climatológico.
“Los ciclones que pinta obsesivamente Humberto el Negro tienen mucho que ver con la Isla-barco de Lezama, proveniente siempre de ‘una resistencia’, avanzando siempre ‘dentro de una resistencia’, construyendo siempre ‘la historia de muchos en una sola visión’”, ha resaltado el intelectual cubano Abel Prieto Jiménez en el programa de mano.
Saltan a la vista en la muestra, el protagonismo que tiene el empleo de las luces y las sombras en la construcción de ese discurso de resistencia ante la adversidad, elogiado por Prieto Jiménez.
En la composición de cada obra es perceptible la intención expresa del pintor en representar y (re)crear un panorama lánguido, dramático; por ejemplo, a partir de esos cielos grises, con visos relampagueantes y tenues pinceladas celestes; junto a los matices pajizos, amarillentos, de la flora y los bohíos; sin embargo, estos últimos elementos (vegetación y viviendas), a pesar del desastre, yacen maltratados, pero incólumes, firmes, jamás amilanados.
Igualmente, las texturas logradas a fuerza de empastar, grueso y espeso material, confieren sentido de verdad, autenticidad, remueven sensaciones, emociones en los públicos, las mismas que antes, frente a la tela, conmocionaron y sacudieron al propio Humberto Hernández.
Sin duda, el expresionismo que magistralmente refrenda el Negro revela en grado superlativo la legitimidad visual de un ser humano que ha definido –decidido– contar desde la mirada enaltecedora y sugestiva del arte sobre un drama natural y humano que desuela a muchos.
