El mundo entra por los ojos y por los oídos desde el “mágico artefacto” para develar misterios de la existencia sin distancias ni olvidos. Músicas, sonidos, palabras, atmósferas, llegan, atrapan, seducen, motivan descubrir lo desconocido de épocas, lugares.

Para las mayorías el lenguaje radiofónico es esencial. Ningún otro consigue como él despertar curiosidades, nuevas pasiones. Quizá porque lo distinguen valores necesarios que hacen posible la comprensión del mensaje, por ejemplo, la voz aporta carga dramática, la palabra transmite sentimientos, el silencio valoración.

Dos figuras significativas del medio, Alberto Luberta Noy y Caridad Martínez han dejado huellas en varias generaciones. La partida física de él no impide que volvamos a su importante legado. Imposible olvidar cada aporte al estelar programa Alegrías de sobremesa, el cual se destacó por el típico humor cubano, rico en originalidad. Lo concibió como un gran show humorístico-musical en Radio Progreso.

En cierta oportunidad me comentó: “La radio debe ser un taller para crear imágenes. El espectáculo de la alegría que defiendo en los libretos de cada emisión, además de desarrollar la cultura de las personas las hace pensar”.

La directora de programas dramatizados, Caridad Martínez, su compañera en la vida y en la emisora de la familia cubana, se siente satisfecha al recrear historias de ficción atractivas para las audiencias “porque todos disfrutamos escuchándolas. Radionovelas, teatros, aventuras, cuentos, policíacos… En fin, cada género tiene características propias, pero todos exigen estudios, rigor, disciplina, por parte de guionistas, realizadores, el personal técnico y el elenco artístico”.

Ella se detiene en detalles que la apasionan: “Todo personaje cuando irrumpe en una escena, en una trama, quiere lograr algo. Lo que busca puede ser más o menos complejo de acuerdo con la importancia de lo que representa en la acción de la obra. Si es protagónico puede perseguir varias cosas, unas primordiales y otras secundarias, pero siempre la irrupción está motivada, no es gratuita. Insisto, su propósito primordial estará muy cercano o estrechamente ligado al conflicto principal del argumento”.

Tras breve pausa, agrega: “Comparto lo que dice el gran maestro Stanislavski en el libro La construcción del personaje. La palabra es música. El texto de un papel o de una obra es una melodía, una ópera o una sinfonía. La pronunciación en escena es un arte tan difícil como el canto, exige práctica y una técnica que raya en el virtuosismo. Todo lo que planteó el ilustre pedagogo ruso es aplicable a nuestro trabajo. Por esto el director de programas debe conocer en profundidad la obra, cultivar su cultura”.

Tanto Luberta como Caridad han privilegiado el estímulo de la imaginación en los espacios radiales. Inmediatez, agilidad, nunca pueden faltar en relatos que demandan la activa participación del oyente. Ambos tuvieron en consideración los cambios tecnológicos y económicos que se suceden en la radio moderna, pues provocan mutaciones sustanciales. Para comprenderlas es preciso incorporar una armazón científico-técnica a la labor de cada día.

Sobre este medio, ya centenario, destacaron su permanencia en el gusto popular, en la dedicación de quienes nunca renunciarán a crear sonidos para ver.