Fidel en la COCO, una de sus tribunas radiales, con Guido García Inclán. A partir del 13 de junio de 1955 el régimen prohibió su participación en cualquier tipo de programación radial o televisiva.
Fidel en la COCO, una de sus tribunas radiales, con Guido García Inclán. A partir del 13 de junio de 1955 el régimen prohibió su participación en cualquier tipo de programación radial o televisiva.

Una organización para desencadenar la insurrección

Como lo había previsto, al no dejar la tiranía opción alguna para una oposición política pacífica, Fidel organiza el M-26-7 destinado a enfrentar al régimen despótico mediante la lucha armada

Fotos. / Autor no identificado


Durante sus 22 meses de cárcel –19 de los cuales transcurrieron en el Presidio Modelo de Isla de Pinos (hoy Isla de la Juventud)–, Fidel delineó la estrategia revolucionaria a seguir frente a la tiranía batistiana, consistente en vertebrar un movimiento independiente y ajeno a los politiqueros corrompidos y proimperialistas, y desencadenar la insurrección popular como la forma más alta de la lucha de masas.

Bien sabía el Jefe de los moncadistas que la dictadura militar no permitiría una oposición política pacífica, por lo que era necesario estructurar una organización clandestina, al estilo de la Joven Cuba de Antonio Guiteras, y encauzar al pueblo por la vía de la lucha armada, una vez convencidas las masas que para resolver los problemas que aquejaban a Cuba la única solución era la del 68 y el 95.

El entonces joven abogado de 28 años concebía el nuevo movimiento con un carácter unitario, no solo incluyendo a los veteranos de los asaltos a los cuarteles Moncada y Céspedes, quienes serían el núcleo inicial, sino a todos los que se habían distinguido en el enfrentamiento al batistato, independientemente de su afiliación política anterior.

Lógicamente, aparte de sus compañeros de las acciones del 26 de julio, Fidel orientó captar a miembros valiosos de la Juventud Ortodoxa. Reiteró más de una vez la urgente necesidad de reclutar “cien mil jóvenes, cien mil mujeres, cien mil trabajadores”. Sus relaciones con el Frente Cívico de Mujeres Martianas se fortalecieron y muchas de ellas ostentaron una doble militancia pues también respondían al nuevo Movimiento que se creaba.

De las organizaciones pertenecientes al denominado sector insurreccional, solo Acción Nacional Revolucionaria, de Frank País, mantenía su vigencia y combatividad. Acción Libertadora prácticamente había desaparecido, solo en la región oriental se hacían sentir. La Triple A sobrevivía gracias a algunos elementos de base que muchas veces actuaban por propia iniciativa. Lo mismo pasaba con el Movimiento Nacional Revolucionario (MNR) de Rafael García Bárcenas.

Fidel sostuvo un encuentro con esta personalidad. Pronto afloraron las contradicciones: Bárcenas abogaba por una conspiración militar; el Jefe de los moncadistas por una insurrección popular armada que derrocara la tiranía. El joven abogado quiso evitar una ruptura total con su antiguo profesor y le propuso: “Usted, por ejemplo, puede trabajar en ese sentido y organizar los militares que quieran luchar contra el régimen. Y entonces, yo voy a organizar a las fuerzas populares, al pueblo. En un momento dado, podemos unir ambos factores”.

Al terminar la reunión, ya fuera de la casa de Bárcenas, jóvenes cuadros del MNR, liderados por Armando Hart y Faustino Pérez, abordaron a Fidel y solicitaron su ingreso a la nueva organización pues coincidían plenamente con la línea histórica del joven bairense. Esa incorporación marcaría uno de los momentos cruciales en la historia de la fundación del nuevo movimiento.

Se constituye la Dirección Nacional

Junto a Jesús Montané, quien permanecería un tiempo en Cuba organizando el frente de propaganda.

El domingo 12 de junio de 1955 un grupo de compañeros se reunió con Fidel en una vivienda de la calle Factoría N° 62, en el hoy municipio de La Habana Vieja, para elegir la Dirección Nacional del Movimiento Revolucionario 26 de Julio (M-26-7), denominación que adoptaría a partir de esta fecha por acuerdo de los presentes.

El Jefe de los moncadistas asumía el mando superior de la organización y partiría hacia el extranjero a preparar una expedición que reiniciaría en las montañas orientales la insurrección armada contra la tiranía. Jesús Montané organizaría el frente de propaganda y, una vez creado el aparato de impresión, marcharía junto a Fidel para auxiliarlo en la conformación de un contingente armado.

Pedro Miret sería el responsable bélico, mientras Ñico López y Pepe Suárez quedaban a cargo del frente juvenil; Faustino Pérez, de las finanzas; y Luis Bonito, del obrero. Integraban además la Dirección Nacional, Haydée Santamaría, Melba Hernández, Armando Hart y Pedro Celestino Aguilera. Sería una dirección colectiva, con un frente interno (Cuba) y uno externo (el exilio).

Pocos días más tarde de esta reunión trascendental, en casa de los padres de Melba Hernández (Jovellar 107), se produjo otro de los momentos cruciales de la historia del M-26-7: Fidel se entrevistó con María Antonia Figueroa, a quien le dio la encomienda, junto con Lester Rodríguez, de organizar el Movimiento en Oriente. Figueroa le habló de Frank País y de la organización insurreccional que lideraba. El Jefe de los moncadistas le explicó a ella lo que significaba la captación de esos valiosos jóvenes. Ellos desempeñarían luego un papel importantísimo tanto en la lucha clandestina como en la guerrilla rebelde.

Casi al terminar el encuentro con María Antonia, Fidel le comentó algo sobre una muchacha de Manzanillo, llamada Celia Sánchez, con la que deseaba contactar. “Yo la conozco, inclusive está ahora en La Habana”, dijo Figueroa. Pedro Miret y ella fueron en busca de Celia al hotel donde se hospedaba pero ya había regresado a Pilón. Sería el manzanillero Manolo Echeverría quien días después cumpliría el encargo de Fidel e incorporaría al M-26-7 a la que luego devendría Heroína de la sierra y el llano.

Con los entonces estudiantes santiagueros Félix Pena y Temístocles Fuentes a quienes captó para el M-26-7.

Se cumplen las previsiones de Fidel

El acoso a los revolucionarios se acrecentaba cada día. El 6 de junio se clausuró el programa radial en el cual iba a hablar Fidel. Tres días después, su espacio semanal en el Canal 11 sufría igual suerte. El 13 de junio, una resolución gubernamental prohibía su participación en cualquier tipo de programación radial o televisiva. Y el 16 de junio otra resolución gubernamental clausuraba al periódico La calle que no volvería a publicarse hasta el triunfo de la Revolución.

Tal como Fidel había previsto, el batistato no permitió una oposición política pacífica. El pueblo comprendió que por la vía electoral nada se podía lograr pues el régimen repetiría el escandaloso fraude de los comicios de 1954 donde hasta los muertos del cementerio votaron por el sátrapa para presidente. No quedaba otra opción, la lucha armada.


*Periodista y profesor universitario. Premio Nacional de Periodismo Histórico por la obra de la vida 2021.

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Fuentes consultadas

Los libros, Tiempos precursores, de Mario Mencía, y La palabra empeñada, de Heberto Norman. Testimonio ofrecido por Faustino Pérez a la revista BOHEMIA (1975)

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