Ilustración. / Liliam Durán Ballesteros (especial para Bohemia)
Ilustración. / Liliam Durán Ballesteros (especial para Bohemia)

Así lo recordaron

Testimonios y valoraciones de sus contemporáneos

Este texto forma parte del dosier Carpentier en su 120 aniversario


La naturaleza latinoamericana y caribeña está presente en la obra de Carpentier. / Archivo de BOHEMIA

Tras el fallecimiento del escritor (el 24 de abril de 1980), BOHEMIA publicó, en la edición del 9 de mayo, las remembranzas de algunas personas que en distintas etapas compartieron momentos con él. Hoy brindamos fragmentos de aquellos textos.

Mi profesor de literatura

“Quizás muchos lectores no sepan que, durante varios años, Alejo Carpentier impartió clases de literatura universal en la Universidad de La Habana […] para un centenar largo de estudiantes de las primeras promociones de la Licenciatura en Historia, el gran escritor siempre ha sido y será nuestro profesor.

(Pedro Pablo Rodríguez, historiador)

[…] “El profesor Alejo Carpentier Valmont –con sus dos apellidos, como aparecía en el horario de clases– tenía a su disposición dos horas semanales para brindar una panorámica de la literatura, en correspondencia con el período de la historia universal que se estudiaba en cada año. En mi caso, fui su alumno durante tres cursos que abarcaron la Antigüedad, el Medioevo y la Edad Moderna.

“Aquellos encuentros semanales […] fueron de las mejores clases universitarias que he recibido en mi vida. Y sé que esa es la opinión de la totalidad de sus alumnos de entonces, quienes con frecuencia aún se refieren a aquellas clases, cuyo embrujo era roto de mal grado por el sonar del timbre que anunciaba el receso.

“El indudable conocimiento de mi profesor –que, en ocasiones, se desbordaba hasta la erudición– no le hacía pretender, sin embargo, ofrecer la opinión soberana, la explicación definitiva. Todos los que lo trataron saben bien que nadie como él estuvo más alejado de la pedantería doctoral o del paternalismo intelectual. Como él decía: ‘Eso es cosa de picúos’. Al explicar materia tan debatible como su asignatura, mi profesor deslizaba sus opiniones o acogía las de algunos autores comentados en la exposición, con la suavidad del que quiere incitar más que dictar. Por eso puede decirse que su clase era magistral, no solo por el evidente dominio de los contenidos, sino porque lograba despertar una curiosidad tan tremenda hacia los temas tratados, que únicamente se llegaba a calmar al ser leída la obra referida por él en el aula.

“Y ahora ante su ausencia física, mi profesor está aquí en el recuerdo, cuando reía, divertido, ante el remedo que de él hacía un alumno sentado en el podio tras la alta mesa, con los espejuelos en la punta de la nariz, mirando al auditorio por encima de ellos, nasalizando la erre pronunciadamente al hablar de las maravillas del Mahabaratta, escribiendo en escalera en el pizarrón los nombres de autores y personajes, buscando afanosamente la cita perdida en un libro, entre tantos papeles marcadores de los fragmentos que serían comentados […]  

“Maestría, amenidad, sencillez. Eso, en tres palabras, era lo que caracterizaba a mi profesor, Alejo Carpentier”.

Carpentier y las artes escénicas

(Nati González Freire, profesora de dramaturgia e historia del teatro)

“Recuerdo la agudeza que demostraba cuando de manera espontánea y como por mero disfrute de lo que hablaba –tal vez como una finísima deferencia hacia mí– se esmeraba en contarme, encontrados casualmente, sobre los últimos espectáculos admirados por él en los escenarios europeos. Algo que me sorprendía y me reconfortaba por la maravilla de sus apreciaciones. El escritor excepcional de El siglo de las luces, jamás dejaría de ser un apasionado del arte de la escena”.

Alejo Carpentier

(Ángel Augier, periodista, filólogo, investigador y crítico literario)

“Alejo Carpentier, en lo personal y lo artístico, encarnó de cierta manera la teoría ‘de lo real maravilloso’ que él definiera como crítico y desarrollara como novelista”.

[…] “su sangre europea entró en el torrente circulatorio del Caribe, integrándose profundamente a la naturaleza que lo asimiló a su vez como parte de sus esencias telúricas y de sus características sociales. Con su pupila de hombre asomado a recorrido por todas las corrientes culturales de su siglo, Carpentier supo penetrar en lo hondo del ser americano que le era consustancial y sacarlo a flote, pero no en hazaña contemplativa, sino en su dramática realidad”.


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