“Disfruto toda la obra carpenteriana”

A 120 años de su nacimiento, el autor de El reino de este mundo, Viaje a la semilla, El siglo de las luces y tantos otrostextos literarios, continúa generando interrogantes

Este texto forma parte del dosier Carpentier en su 120 aniversario


Urbano Martínez Carmenate tal vez sea una de las personas mejor informadas en el mundo sobre ese relevante intelectual cubano nacido el 26 de diciembre de 1904 y quien hasta muy poco antes de fallecer (24 de abril de 1980) trabajara incansablemente en la creación de textos periodísticos, ensayos y narraciones que le granjearon prestigio y galardones internacionales.

“Aunque tuve que afrontar serios obstáculos, recibí al mismo tiempo la ayuda de muchas personas”, manifiesta el biógrafo. / Archivo de BOHEMIA/Ismael Francisco

A inicios de este año el investigador matancero publicó el volumen Carpentier, la otra novela, donde muestra de manera exhaustiva la prolífica vida del representante de “lo real maravilloso americano” e intenta esclarecer –sin lograrlo por completo, pese al denuedo y la innegable pericia del estudioso– sus pasajes confusos.

“Por primera vez se presenta un texto con estas dimensiones (dos tomos, más de 600 páginas) que se centra en la trayectoria vital de Alejo Carpentier. Hasta ahora existían cronologías, algún capítulo con anotaciones biográficas dentro de una obra de corte ensayístico o libros como el de Ramón Chao, estructurado sobre la base de las informaciones suministradas por el propio escritor. La biografía que entrego es fruto de casi 18 años de trabajo, de búsquedas continuas”, asevera Martínez Carmenate.

“No niego el valor de los esfuerzos anteriores; de hecho, me fueron útiles para mi desempeño. Pero Carpentier, la otra novela es un producto mayor que procura conformar una visión general sobre la vida de uno de los intelectuales más valiosos y trascendentes de Cuba, un hombre cuya existencia fue compleja, desenvuelta fundamentalmente en tres países: el nuestro, Francia y Venezuela; también hizo historia en España, México, Brasil, Rusia, China y otras naciones que visitó en cumplimiento de acciones o misiones culturales: esos lugares marcaron y fueron fuentes nutritivas en su carrera.

“Una biografía no es una cronología ni una compilación de entrevistas o noticias escogidas. Tiene un propósito más alto y definidor. El biógrafo arrastra la responsabilidad de verificar sucesos, fechas, confesiones; constatar la veracidad de los hechos, desentrañarlos, compararlos y hasta desenmascararlos, si preciso fuera. No basta con afanarse en descripciones o enumeraciones, se requieren análisis profundos –hasta donde sea posible, desde luego– que contemplen circunstancias epocales en períodos y corrientes culturales e históricas. Se trata de recoger y valorar los acontecimientos básicos, dejando atrás lo secundario. Tal selección se torna tarea bastante complicada y retadora cuando nos referimos a alguien tan intenso y extenso como Carpentier, quien brilló en varias manifestaciones de la cultura y vivió una etapa a la vez compleja y difícil”.

Una de las fotografías incluidas en el libro. / Cortesía del entrevistado

–¿Cuáles informaciones rebate, matiza o confirma?

–Aquí no puedo entrar en detalles, eso lo tendrá el lector cuando se enfrente al libro. Hay zonas o momentos en la existencia de Alejo, asuntos muy personales, que resultan oscuros, ambiguos, renuentes a la verificación, porque carecemos de fuentes directas. En esto él no es una excepción; sin embargo, en su caso la pesquisa se agrava considerablemente por venir el biografiado de un padre francés y una madre rusa, con curiosas historias que se remontan al siglo XVIII. Por otra parte, llevado por temores y prejuicios, algunos inexplicables, trató en ocasiones de ocultar verdades, quizás con el ánimo de protegerse de las opiniones y críticas malintencionadas de los otros. Varias veces se contradijo en sus declaraciones a la prensa, y con ello hizo más ardua la labor del biógrafo.

“Ante los asuntos imposibles de verificar, adopté el método de llevar las variantes informativas a las notas al pie (lo explico en la introducción del libro), de manera que las culpas de la inexactitud o ambigüedad recayeran sobre el propio Carpentier. Si él se protegía, yo también tenía derecho a hacerlo.

“Lo anterior no quiere decir que mi viaje por Alejo haya resultado desagradable, todo lo contrario. Siempre he tratado de comprender a mis biografiados, pues debemos marchar juntos un buen trecho, a veces por toda mi vida restante, cuando la pasión es mucha. Comprenderlos no implica esconder verdades o disculparles errores, nada de eso, sino explicar circunstancias de la forma más convincente. Tanto ellos como yo, solo somos seres humanos. Andar por senderos carpenterianos significó una gran aventura, un placer, un honor al que nunca renunciaría”.

–¿A cuáles fuentes tuvo usted acceso?

–Utilicé una bibliografía y una documentación amplísimas. Consulté toda la papelería existente en la colección Alejo Carpentier –clasificada por Araceli García Carranza–, la cual primero se guardó en la Biblioteca Nacional José Martí y después pasó a la fundación que lleva el nombre del escritor. En dicha fundación trabajé con utilísimos documentos, incluido el epistolario. Igual hice en el archivo de la Casa de las Américas. También la bibliografía activa y pasiva de Alejo me nutrió mucho.

“Quiero destacar, además, el gran servicio que me brindaron las fuentes orales. Varias personas me ofrecieron testimonios valiosísimos. Pongo algunos ejemplos: Leonardo Acosta, cuyo padre fue gran amigo de Carpentier; igual sucedió con Graziella Pogolotti. Otro caso: Imeldo Álvarez, muy cercano a las ediciones cubanas de las novelas de Alejo; Raúl Mora, quien desempeñó funciones diplomáticas en París y trabajó con él; Gregorio Ortega, embajador cubano en Francia. Asimismo, me ayudaron importantes especialistas, como Leonardo Padura y Ana Cairo, por solo mencionar dos.

“Recibí igualmente la apreciable colaboración de otras personas. Ramón Fajardo me facilitó noticias y datos inéditos conservados en Radio Habana Cuba; el presbítero Jesús Marcoleta, canciller del Obispado de Matanzas, me auxilió con las certificaciones que yo necesitaba de la iglesia de Santa María del Rosario; Paul Estrade, eminente profesor e investigador francés, me envió información sobre las actividades de Alejo en París”.

Alejo Carpentier responde un cuestionario en la redacción de Bohemia, el 20 de diciembre de 1974. / Archivo de Bohemia/ José Rivas

–¿Qué le parece más motivador o atractivo de la vida del escritor?

–Siempre me atrajo Alejo Carpentier, desde mis lecturas de juventud. Me demoré bastante en decidirme a su favor porque sentía algún temor, me aplastaba su imponente figura por su dimensión cultural. Pero después de mi experiencia biográfica con seres tan emblemáticos como Byrne, Milanés, Domingo del Monte o Carilda Oliver Labra, comprendí que todos los escritores talentosos son dueños de una vida –interior y exterior– riquísima por lo compleja. Sus historias personales, fantásticas y llenas de una magia cautivante, no aburren ni cansan, son capaces de enamorar al lector más exigente y al más simple. Cuando concluí este libro sentí que perdía casi todo el miedo a enfrentarme a cualquier monstruo.

–¿Pudiera mencionar las narraciones de Carpentier preferidas por usted?

–Disfruto toda la obra carpenteriana; en esto incluyo no solo la narrativa, sino también los artículos de la sección Letra y solfa, en el periódico caraqueño El Nacional, y también un libro como La música en Cuba, al que vuelvo frecuentemente. Como es lógico existen las preferencias y ahora me expresaré como lector. Me gustan mucho Viaje a la semilla, El siglo de las luces, El recurso del método, y El arpa y la sombra. Aclaro que, además, me sé casi de memoria pasajes de Concierto barroco, El reino de este mundo y La consagración de la primavera.

–De este intelectual suele resaltarse al novelista, mientras queda en segundo plano su labor como periodista, investigador, radialista, músico y hasta poeta.

–Es lógico que se resalte al Carpentier narrador, porque fue en ese ámbito donde más éxitos consiguió. Los premios internacionales recibidos durante su carrera obedecían a la repercusión mundial de su narrativa: el Miguel de Cervantes, el Cino del Duca, el Alfonso Reyes; los galardones por el Mejor libro extranjero, en Francia; la candidatura al Nobel.

“Eso no indica que su obra en otros campos no fuese significativa. Su labor radiofónica en París, La Habana y Caracas es digna de elogios. Como periodista exhibe una producción de indiscutibles valores; como musicólogo nos legó un libro luminoso, porque La música en Cuba es un estudio imprescindible para entender la cultura cubana en general. Por ello traté de abordar al intelectual en todas sus facetas, ofreciendo la mayor cantidad de información posible. No sé si lo habré conseguido, pero me propuse hacer una biografía que pudiera ser leída y asimilada tanto por un especialista en temas culturales como por un lector común”.

–¿Cómo pueden adquirirla los interesados?

Carpentier, la otra novela integra el catálogo de Ediciones Matanzas. Estuvo cinco años esperando para salir a la luz. Con una tirada de 1 000 ejemplares, se presentó por primera vez en la Feria Internacional del Libro de La Habana, en febrero de 2024; sin embargo, no pudo anunciarse en el programa porque los volúmenes llegaron tarde al recinto ferial. Debido a esto muchas personas no se enteraron; lo cual es lamentable, pues fue prácticamente una presentación invisibilizada, en medio de un evento donde ocurren al unísono tantas actividades de interés. En el transcurso del año se han hecho presentaciones en Matanzas, Cárdenas, Colón, Holguín. Espero que en algún momento se organice otra en La Habana.

Urbano Martínez Carmenate es licenciado en Lengua y Literatura Hispanoamericana por la Universidad de La Habana. Vive en Matanzas y allí se desempeña como investigador del Museo Provincial Palacio de Junco. Integra la Unión de Escritores y Artistas de Cuba (Uneac) y la Unión Nacional de Historiadores de Cuba (Unhic). En 2022 recibió el Premio Nacional de Historia. Los géneros que suele cultivar son el ensayo, la biografía y la monografía.


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